De tinta, de Papel y de Pelota

Agrandar los límites de la cancha, estirar sus márgenes. Ponerse la camiseta y hacer un cambio de frente hacia la literatura, el cine, aquellos partidos que acabaron hace décadas atrás. Controlar la pelota en mitad de cancha y acordarse de revistas que dejaron de editarse antes que naciéramos, programas que nunca vimos, escritores, periodistas y futbolistas de los que hablan nuestros viejos.

Leyendas, historias épicas de conquistas y revoluciones, revueltas hechas por ejércitos de humildes, estallidos sociales que se ubican fuera de la línea del tiempo físico y de la lógica histórica. Héroes de carne y hueso. Señores que sin conocerte te emocionaron y mejoraron lo que conoces por vida, historias que hacen historia, escenarios confusos y películas en blanco y negro. Rabia, emoción y silencio. Lágrimas, recuerdos y goles. Rabonas, arte y catarsis. Sudor, gente, fútbol. Fútbol, fútbol, fútbol.

Una radio a transistores encendida, el café y el dulzor del azúcar mezclándose de a poco con la amargura de los granos, la tarde que respira tranquila después de la fecha, el resto de la gente en otro planeta, la cerveza destapada, y nosotros, únicos en esta parte de la galaxia, sintiendo que fuimos parte, que estuvimos adentro y que las revistas cuentan también de nuestros nombres. Que ganamos, que perdimos, que no sólo estamos sentados siendo parte de la conversación eterna, de la lectura infinita que se transforma en la oportunidad única de sentir que también jugamos.

Cada artículo y comentario, cada línea y letra de estas páginas está hecho para nosotros mismos. Y para ti. El que quiso ser futbolista y nunca pudo. El que escucha los programas deportivos de las dos, el que va al estadio el domingo con un pendrive y sintoniza la emisora que más les guste, o con una radio a pilas, fusionando la nueva y la vieja escuela. El que se junta en una fiesta con amigos y se aparta del mundo conversando sobre equipos y futbolistas de otras tierras y otros tiempos, el que juega su propia final de libertadores una vez a la semana en una cancha de cemento con 9 amigos más, el que entró transpirado a clases después de jugarse un clásico en el recreo. Todo esto va directo a los que hicieron paredes con cunetas y les anularon goles por “manol” o “altura”, para los que el mundo se les venía encima mientras elegían entre “gol o penal”.

A ti que discutes si Colo-Colo 73 retrasó la llegada del Golpe, si la unificación de Alemania tuvo algo que ver con la final del Mundial de Italia 90 o si Argentina ganó el Mundial de 1978 con los goles de su Junta Militar.

Para ti que crees que el fútbol explica un cúmulo de relaciones humanas con repercusiones políticas y sociales, o tú, el que simplemente, sin complejizar tantos tus placeres, siente que el juego de la pelotita de treinta y dos cascos es lo más lindo existe...


La Vida y el Fútbol

1 comentarios:

Jorge "Pequeño Saltamontes" Díaz dijo...

Yo fui de los que se jugó un clásico en el recreo!!! Incluso gané un campeonato con mis compañeros de curso. Un campeonato de recreo, con pelota... de piedra. Tal cual. Una piedra chuteada por los zapatos de colegio en la multicancha del estrecho patio de la escuela F-239 de Panquehue, comuna de Malloa. Los clásicos eran 3º contra 4º (básico) y en diciembre, cuando ya ese clásico se hacía dificil, pues nosotros pasabamos a la mañana, después de incontables ganadas y perdidas, decidimos por mutuo acuerdo que esa era "la final" de todos los partidos jugados en el año. Jugaba de arquero y era de los buenos, aunque con escaso talento para jugar adelante. Recuerdo que tras un campeonato de baby de verdad (que no por eso dejaba de ser modesto)en la escuela, mi curso (ya estaba en sexto) jugó muy bien, pero fue eliminado. Yo fui el arquero (esta vez con pelota de baby y no piedra). Octavo año si pasó a la final, y jugaba con el finalista de otra escuela. Y me pidió a mi, que era de sexto, para estar en la final (yo entonces ya estaba libre, por nuestra eliminación). Jugé, y para más remate, hubo definición a penales. No recuerdo si ganamos, pero si que atajé como tres penales. Mi premio era ser el arquero de octavo. Por entonces, por cierto, mi ídolo era el único que he tenido en el futbol (y que lo sigue siendo) Roberto "Cóndor" Rojas. Luego la pasión se fue desvaneciendo, pero leyendo vuestra editorial, evoqué esos momentos, buenos y bellos momentos...
Jorge "Pequeño saltamontes" Díaz

10 de marzo de 2010, 13:18

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