El Fútbol: historia, Identidades y Género Clubes sociales y Deportivo

[Por Deux ex machine]
El fútbol, desde sus inicios, se nutrió de la identidad. Toda esa amalgama de sentimientos que les dan consistencia a los pueblos, y a la vez los diferencia de otros, fue siempre aprovechada por el fútbol. Fuere como escuela, fábrica, iglesia, barrio, ciudad o país, siempre en el campo de juego se posó en los pies de los jugadores algún sentimiento de pertenencia. Una abstracción que hacía que hasta la cancha se llevara un deseo mucho más complejo que el simple gusto por la victoria. Un motivo para ganar, mucho más trascendente que la demostración de superioridad física y deportiva. Durante algunos minutos se ponía en disputa el honor y la hombría, la superioridad de una empresa, la pureza de un credo religioso o la elevación de una raza por sobre otras.
La defensa de factores extrafutbolísticos hizo del fútbol ese fenómeno tan particular que ahora es objeto de estudio y reflexión por parte de académicos, publicistas, economistas, empresarios y políticos.
Es más, la existencia de barreras sociales, de discordias y disputas, repercutían en el fútbol de una manera más que especial. Un partido era la circunstancia perfecta para el enfrentamiento. El futbolista representa al guerrero orgulloso que defiende los intereses, quizá etéreos, de un grupo que, a su vez, los apoya incondicionalmente. El hecho de haber fronteras posibilitaba la asociación del deporte con el ideal caballeresco, muy masculino, de velar por la integridad (aún cuando metafórica) de los que defiende.
Durante todo un siglo, sólo esto le bastó al fútbol para convertirse en el deporte más importante. El amor que su práctica y observación despertó en los hombres, el sentimiento de superioridad extrema que experimentaba el que vencía a su oponente, la fortaleza a la que se veían sometidos los rasgos identitarios de una cultura, se dan por causa de la elevación de los factores presentados.
Por lo mismo, la FIFA, desde su nacimiento en 1904, fue siempre fortificándose con las rivalidades. La creación de los Campeonatos Mundiales y su inconmensurable éxito, responden al traspaso de la trascendencia de las identidades y la defensa de ésta a un estadio de fútbol, a la disputa de 22 hombres y al fervor popular que ésta pugna despierta, porque ellos representan a un grupo, a un pueblo que se siente partícipe de la lucha y que ve sus aspiraciones de vencer depositadas en el éxito o fracaso de estos hombres.
Para el ethos masculino, con los años, el fútbol adquirió un carácter de tradición, un acontecimiento simbólico cuyo desenlace decantaría en profundas consideraciones geopolíticas.
Pero el curso del tiempo, con la Globalización a cuestas, hizo de estas barreras un argumento cada vez más débil de discriminación. La agilización de las comunicaciones y el mejor entendimiento de las naciones, debido al posicionamiento del sistema de mercados, han hecho de las fronteras una abstracción anacrónica, perdiendo cada vez mayor romanticismo aquellos clásicos sentimientos que se llevaban hasta la cancha de fútbol.
Ahora, la paradoja está en que a pesar de la caída de las estructuras dominantes que construyen una idiosincrasia (y que asimismo le daban al fútbol un valor social por sobre el deportivo), los volúmenes de popularidad del fútbol se mantienen, e incluso… crecen. ¿A qué se debe este hecho?
Básicamente, el éxito del capitalismo con el sistema de mercado permitió la mutación de la teoría/praxis de la sociedad mundial. Ya no se piensa igual, ya no se actúa igual. Los países, y su subdivisión geopolítica, son administrados como empresas, y así también el fútbol debe comportarse como tal. La maximización de los recursos y el fervor por las utilidades o excedentes, desplazan sin inconveniente a las absurdas abstracciones idealistas por las que se luchaba. El conato que se consolida es el de la concepción de los mercados, esa es la competencia. Así lo entienden los políticos, así los economistas, así la gente, la FIFA, los clubes y futbolistas.
Por ello, desde el punto de vista de este materialismo, la FIFA entiende que es dueña de una actividad creada, practicada y narrada por hombres. Los sentimientos que se exponen, que se buscan resaltar, son propiamente masculinos. El mercado varonil ya está ganado sin mediar geografía, está históricamente posicionado. Por lo mismo, la FIFA sabe que el cambio paradigmático consiste en abarcar cada vez mayor espacio social, y para la materialización de ese objetivo ha generado las herramientas necesarias. Tiene claro cómo y hacia donde apuntar… a la mujer.
1 comentarios:
Leí tu columna, muy interesante.
25 de febrero de 2010, 18:41La pertenencia y la identidad, en el ámbito del fútbol son sentimientos, y estos sentimientos a su vez, generan alegría, pasión y también frustración. Una derrota o un triunfo de tu equipo favorito son llevadas al ámbito personal, por lo tanto, moldean la personalidad individual y colectiva. Una historia de triunfos o fracasos genera a su vez un sentimiento de superioridad o de inferioridad, inclusive entre distintos países.
Ese ideal caballeresco o masculino del cual hablas, se manifestó en el pasado en la guerras tribales, religiosas, económicas y políticas. Hoy, en mundo relativamente tranquilo, la manifestación de ese ideal se plasma en el deporte, en la competencia.
Sicológimente, es esta competencia la que está relacionada en nuestra especie al genero masculino. Desde pequeños es el niño el que compite con sus amigos. De adolescente es el hombre quién compite por el amor de una mujer. La estabilidad es una característica femenina y la competencia y el riesgo son masculinas. Vivir y sentir el fútbol como identidad, como tradición y también como sentimiento (aunque suene machista) es reservado, desde este punto de vista, al hombre.
Ahora, tienes razón, el libre mercado hace milagros, y puede generar en las mujeres ese ethos masculino. Pero lo veo muy difícil.
Hace un tiempo escuche a un científico italiano quien planteaba que conceptos tales como heterosexual, homosexual y bisexual desaparecerían en un futuro no muy lejano. Tiene lógica si te das cuenta que prácticamente hoy no existen espacios netamente masculinos o femeninos, si a eso le sumamos la fuerza transformadora del libre mercado... cualquier cosa podría pasar.
Saludos gran amigo.
Michel Marchandon
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