Hay Clásicos y Clásicos...

Por Fracchia...

No es un hecho menor que los clásicos hayan pasado de ser grandes espectáculos deportivos y culturales que sobrepasaban las líneas laterales y los banderines de las esquinas, a juegos futbolísticos limitados sólo al balón y a las acciones de personajes que no son capaces siquiera de ver el partido durante los 90 minutos. Podríamos ahorrarnos mil palabras y remitirnos a esto último, pero para qué, cuál es el fin de referirse siempre a lo mismo y darle tribuna a tales acontecimientos y personajes. Mejor sería recordar aquellos momentos que marcan los capítulos más alegres del fútbol criollo, y, tal vez, hasta nos quedaría por pensar que el olvido está lleno de memorias.

En los tiempos de Fernando Riera, Roldan, Robledo, Ibáñez y tantos otros, los clásicos se vivían de otra forma. Las escasas micros existentes iban llenas de gente con dirección a las pocas canchas que habían, que con el tiempo se trasladaron a Maratón con Grecia, en donde viajaban las parcialidades de los dos equipos que horas más tardes disputarían el pleito. Los emporios y bazares abiertos para atender al público que se agolpaba para matar la sed, o el hambre con panes con pernil como fieles acompañantes de los partidos.

Los espectadores eran otros, y no eran precisamente familias, porque nunca he creído que las familias vayan al estadio, ni siquiera en aquellos tiempos, más bien creo que es una escusa empleada para disfrazar la poca cultura deportiva de nuestro país, si no que iban aquellos que utilizaban parte de su tiempo de día domingo para distraerse, disfrutar de los espectáculos y compartir con otros.

Estos encuentros eran entre otros actores protagónicos. Los equipos estudiantiles eran los que atraían a más público a la gradas, por lo que sus confrontaciones eran un clásico tanto en la cacha como fuera de ella. Como no aludir, algo que los hinchas más longevos sin duda aún recuerdan, el 5-3 en la final de 1962 entre las dos Universidades, en un partido inolvidable y sin duda uno de los mejores clásicos jugados.

Pero en aquellos momentos, no solo se brindaba espectáculos en lo futbolístico, sino que los asistentes, en especial los estudiantes de las escuelas superiores a las que representaban estos cuadros, hacían su propio show, así por ejemplo, los hinchas azules se burlaban de la otra fanaticada quemando a un angelito en la galería, aunque este hecho casi termina en catástrofe. O cuando un hincha de la Universidad de Chile disfrazado de diablo le dio una verdadera paliza a un angelito fanático del cuadro cruzado luego de que anotaran un gol, aunque después del empate se repite la historia pero en pies del ángel.

Los clásicos con esas características han perdido lucidez y sus propias particularidades, por muchos factores que no valen la pena mencionar, así como también a los equipos en cancha.

Los clásicos ahora son protagonizados por otros conjuntos, con pocos espectadores en las tribunas y ambientes hostiles en las previas de tales encuentros, olvidándonos de aquellos viajes en la locomoción colectiva, de la reunión en el bazar de la esquina y tantas otras cosas que hacían de estos partidos una fiesta. Se introdujo un nuevo equipo debido a la popularidad que alcanzó, transformándose claramente en un nuevo participante de los llamados clásicos a nivel nacional. Pero más nos vale no detenerse en esto, sino que mejor recordar aquellos pasajes futbolísticos que no pueden olvidarse.

Anécdotas tan llamativas como fue ver a Pellegrini, defensa de Universidad de Chile, jugando como centro delantero Universitario debido a la marca personal que Santibáñez le exigió realizar, al otrora goleador y figura del balón pie nacional, Carlos Caszely; del celebrado gol de este último esquivando al arquero rival en un clásico, entrando al arco y corriendo con los brazos en alto, imagen que luego repetiría Gamboa en un gol a aquel Colo - Colo; o el 3-2 de Universidad Católica sobre el elenco azul, rompiendo la paternidad que se arrastraba por varios años, resultado que por lo demás fue bastante celebrado por la parcialidad cruzada.

Cómo no mencionar el hecho contemporáneo tal vez más recordado y llamativo de los clásicos, aquel protagonizado por Marcelo “el cabezón” Espina, quién, al marcar de tiro libre, se dirigió a la esquina más cercana y sacó el banderín del corner, poniendo su camiseta en el y corriendo por la pista de recortan del Estadio Nacional alzándola como una bandera, imagen luego repetida en otro partido por Víctor Hugo Castañeda tras convertirle un penal al cuadro blanco y negro.

Tantas cosas que pasan en un clásico, cada uno se vive de forma distinta, cada hincha en su espacio lo dimensiona, disfruta y siente a su manera. Sin dudas el día de un clásico es distinto al del resto de la semana, ese día la aguja del dial no aguanta tanta vibración, los gritos de gol son más fuertes, debe ser el momento en donde más se acuerdan de las madres de jugadores, árbitros y los mismos espectadores. Son momentos que muchas veces marcan el fin de la semana y el comienzo de la siguiente, aquí los nervios y ansiedad se apoderan de quienes gustan del fútbol porque saben que son de pronóstico incierto. Tantas palabras quedarán cortas para hablar de los clásicos, palabras que no alcanzan, y que incluso a veces sobran, porque, además, hay clásicos y clásicos.

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