Mala Racha

lPor O. Lee Chong...

¿Que si estoy tranquilo con mi momento?… ¿Tranquilo? …Claro, tengo la confianza de mis compañeros, del técnico, de los dirigentes, entre todos, con mucho trabajo, vamos a salir de este mal momento.

¿Que si no me preocupa la posibilidad de quedar afuera de las próximas nominas de la selección?... ¿Preocupación? yo solo trabajo día a día, cualquier jugador sueña con estar defendiendo a su país, y si tengo la oportunidad de hacerlo me voy a esforzar al máximo por cumplir de la mejor manera.

¿Que con el momento que estoy pasando se han caído algunas ofertas desde el extranjero?… ¿Extranjero? Si yo estoy tan tranquilo jugando acá, trabajando día a día y si llega una buena oferta habrá que estudiarla con mi representante, pero mi presente está aquí, me debo a esta gente, y debemos trabajar todos juntos para sacar esto adelante.

Habían sido semanas complicadas. Mi papá y su enfermedad, mi hermana y el idiota de su marido que cree que soy una especie de banco solidario, Marta y su odio por todo esto. Ella, sus miradas, su tiempo libre. Sus ganas diarias de dejar todo. Su incontrolable curiosidad de mirar la prensa, los titulares de los peores diarios, los programas de medio día de la más baja calaña. Siempre admiré que no le llamara la atención ser parte de todos aquellos sub - mundos que acompañan mi trabajo, pero, claro, odio que de alguna manera controlen su vida.

Así llegué a la peor de las rachas. Semanas malas, partidos peores, días que quería que se acabaran rápido. Pocas habilitaciones, nada de goles, reducción dramática de los aplausos, apoyo de los compañeros, paciencia del profe. Miradas hostiles que a la larga se fueron transformando en suaves pifias que bajaban desde varios lados.

Yo había crecido en ese estadio. Viendo los partidos del primer equipo, jugando de preliminar, imaginándome en cada momento que estaba en el centro de la cancha envuelto en los aplausos de la gente. Siendo el protagonista de una película que yo mismo había escrito.

Tal vez todo hubiese pasado más desapercibido si hubiésemos ganado los partidos, yo igual podría haber andado mal, quizás los goles no llegaran, pero los triunfos siempre dejan tranquila a la gente… al tablonaje, a la masa sin rostro ni colores propios, sin voz perceptible. Un ejercito de insatisfechos crónicos. ¿No rieron la última vez que hice un gol? ¿No abrazaron acaso a quienes tenían al lado? ¿No les compraron una camiseta con mi nombre a sus hijos? Ahora todo daba lo mismo, ahora todo parece que había pasado sólo en mi cabeza. Los recuerdos eran una especie de ejercicio imaginativo, y las fotos un simple comic creado por alguien que ya ni si quiera me importa. Y ellos, allá arriba, mirándome, siendo jueces en un litigio que dura toda mi vida útil, vendiendo su cariño y sus emociones como la puta más barata, cerrando los ojos y abriendo las piernas al primero que te muestre un par de billetes en forma de gol.

Aplausos, ridículo.

Héroes, patético.

Ídolos, estúpidos que se creen el cuento. Idiotas que se visten con la hipocresía de los que más ganan con este trabajo. Una carpa enorme donde entramos todos, donde cada cual se cree domador de fieras, pero donde en verdad desfilamos intentando hacer reír al resto, tratando que no se nos corra el maquillaje o se nos caiga la peluca, haciendo piruetas para ver quién trae más agua al molino del jefe.

¡Dar la cara, responder, rendir cuentas! ¡¿A quién maté?! ¡¿Qué códigos de guerra violé?! ¿me pueden decir acaso donde está la chica de la relación incestuosa que al parecer tuve? Odio en lo ojos que me clavan, rencor en las palabras que me apuñalan. Y si ayer, ¿que no se acuerdan de ayer?…

¿Y mi cabeza? dando votes, ¿y mi vida? dependiendo de miles que no la conocen, que nunca vi y que nunca me vieron. Que no saben de la infancia, de los años, de los viejos… de los viejos, de los viejos. De Marta, ella en casa, viendo todo: mis fracasos juntos, mis lágrimas en forma de optimismo, mi despecho y su pena

Crecí en este estadio. Un hotel de medio pelo, y en cada cuarto una pareja, y a tu lado, el enemigo, y en el hall, un señor de zapatos blancos. Un catálogo en sus manos. Antes, un estadio. Antes, los aplausos. Antes, unos cuantos partidos no eran el verdugo de los promotores part-time que ahora somos.

Y hoy… y ahora, empezando a reunir las palabras para responder con obviedades las preguntas que cientos de veces ya me habían hecho antes.

¿Tranquilo? como voy a estar tranquilo, idiota, con la basura de campaña que estoy haciendo. ¿Preocupado? obvio que estoy preocupado, no duermo bien hace semanas, y la única certeza que tengo es que como estoy jugando no me llaman más a la selección en un buen tiempo.

¿Extranjero? Anda a preguntar huevas a otra parte, tonto saco de huevas.

¿Que si estoy tranquilo con mi momento?… ¿Tranquilo? …Claro, tengo la confianza de mis compañeros, del técnico, de los dirigentes, entre todos, con mucho trabajo, vamos a salir de este mal momento.

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